EN DEFENSA DE LA FAMILIA
Todos nosotros hemos acariciado la idea de formar una familia en donde sentirnos seguros y amados. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos matrimonios no construyen una relación satisfactoria y se producen grietas que impiden la contención amorosa. Aunque permanecen unidos y viviendo bajo un mismo techo su vínculo es aburrido, mecánico e inexpresivo.
El amor es imprescindible para la salud familiar y su ausencia genera conflictos. He notado que muchas personas tienen falsas expectativas acerca de lo que es y significa amar y por lo tanto cuando se casan se sienten frustrados.
El diccionario define el amor como: “una intensa inclinación afectiva hacia alguien, que lleva a quien lo siente a desear vivamente su felicidad y su presencia”.
Quienes han estudiado griego, idioma en el que fue escrito originalmente el Nuevo Testamento, saben que hay cuatro vocablos que traducen la palabra amor y que éstos muestran diferentes aspectos del mismo. Si los aplicamos a la relación matrimonial y los armonizamos adecuadamente, se transformará en una realidad deleitosa.
Según los griegos hay cuatro facetas del amor:
Amar de este modo es una tarea que exige aprender toda la vida, pues ni nosotros, ni nuestro cónyuge seremos los mismos con el paso del tiempo.
Comienza en el noviazgo y va en aumento en cada etapa del matrimonio. Cuando existe una genuina amistad hay confianza, pueden abrirse para comunicar sus sentimientos, compartir sueños, y verbalizar temores. Esta forma de comunicarse, desnuda lo más difícil, que no es justamente el cuerpo, sino el alma, lo que pasa por dentro.
Muchos matrimonios no tienen un idioma común. Responden con monosílabos o hablan trivialidades. Es probable que la agitación de la vida y la falta de tiempo, atenten contra el desarrollo amoroso de la amistad.
Triste es decir que muchos de los adulterios no se originan en la atracción física, sino en el involucramiento sentimental. La Biblia dice que: “El hombre que tiene amigos, ha de mostrarse amigo” (Prov. 18: 24). Hoy es el momento adecuado para sembrar, cultivar y regar la semilla de la amistad, que en poco tiempo dará abundante fruto. Este compañerismo se puede expresar con actividades recreativas, yendo a caminar por un parque, y hasta realizando una tarea doméstica como cocinar o lavar el automóvil, pero especialmente con la disposición a escuchar lo que con palabras o silencios nos transmite quien amamos.
En el noviazgo los gestos que transmiten ternura son una constante, que para algunos se desvanece lenta y paulatinamente con el casamiento.
Es que por patrones culturales erróneos, los varones arrastran el concepto de que la sensibilidad y la ternura atentan contra la masculinidad. Cuando aparecen estos síntomas, las mujeres, que generalmente son más dadas a expresar los sentimientos, retroceden en expresarlos.
Pero debajo de la fachada machista que entorpece el gesto tierno, se encuentra un ser humano que siente, tiene emociones y le gratifica que su esposa lo demuestre. Por esta razón, no dude en seguir generando el marco de acciones que favorezcan el intercambio de afectos. La respuesta no tardará en venir porque todos lo necesitamos y es una reafirmación del amor que tenemos.
Debemos permitir que la ternura se exprese con actitudes, miradas, palabras y caricias. Hace un tiempo salí a realizar un poco de ejercicio físico en la costa de Montevideo y observé una linda escena: una pareja sentada en un banco mirando la puesta del sol. Se notaba que estaban muy enamorados. Al parecer tenían más de ochenta años; el caballero sostenía con una mano su bastón y con la otra la de su esposa. Seguramente, tantos años de ternura habrán producido la sonrisa que se dibujaba en sus rostros, que disimulaba las arrugas y los embellecía.
El amor romántico no es la constante en una relación, pues éste necesita de una atmósfera especial y eso no es siempre posible. Cuando llegamos abrumados del trabajo, y al entrar a casa descubrimos que tenemos un hijo con fiebre y se rompió un caño que llenó la vivienda de humedad, difícilmente aparezcan emociones tan espléndidas. Por eso, el romanticismo prospera mucho durante el noviazgo, y se diluye frecuentemente en el matrimonio.
Es cierto que lo complejo y tensionado del tiempo presente, relegan y hasta hacen desaparecer las expresiones románticas, pero hay que recuperarlo.
Sé que muchos hombres tienen dificultades para tomar la iniciativa en esta área y la esposa reprime lo que para ella es natural y esperable.
En el Cantar de los Cantares, la amada no se repliega, sino que provoca la situación con una invitación: “Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento. Ven, oh amado mío… levantémonos de mañana a las viñas; veamos si brotan las vides, si están en cierne, si han florecido las granadas; allí te daré mis amores” (Cantares 7: 11 y 12).
Cada matrimonio debe buscar espacios para renovar estos momentos que ayudarán a mantener ardiente el amor del uno hacia el otro.
Por este motivo, la sexualidad no es exclusivamente genital, sino el conjunto de varios factores que convergen. De allí, que la falta de apetito sexual, puede ser un indicador de otros desencuentros. En el contacto permanente con matrimonios, noto que hay falta de información acerca del amor físico, y de allí surgen actitudes negativas que producen distancias o frustraciones al no colmarse las expectativas.
Todavía hay mujeres que viven el amor físico como parte de sus “obligaciones” conyugales y hombres que piensan que sus esposas son un objeto para dar rienda a sus deseos egoístas. Esta clase de matrimonios no tiene encuentros sexuales que sean significativos para ambos; y por lo tanto los evitan, cayendo en una frialdad y rutina innecesarias y peligrosas.
Si se analiza la Biblia, muchos que se llaman cristianos se ruborizarían al estudiar el modelo de amor erótico que nos presenta. En los libros poéticos aparecen algunos episodios que los han querido espiritualizar, diciendo que habla de la relación de Cristo con su iglesia. Aún así, para explicarlo las figuras tienen como referencia el amor físico entre el esposo y la esposa. Ella se siente atraída hacia él y le dice: “Si halláis a mi amado, hacedle saber que estoy enferma de amor”; “sus labios son como lirios que destilan mirra fragante”; “su paladar, dulcísimo, todo el codiciable” (Cantares 5: 8, 13 y 16).
La respuesta de él, es la admiración de su belleza y se deleita en decirle: “¡Qué hermosa eres, y cuán suave, oh amor deleitoso!… deja que tus pechos sean como racimos de vid, y el olor de tu boca como de manzanas” (Cantares 7: 6 y 8)
Así lo diseñó Dios para que el matrimonio exprese su amor y disfrute del mutuo placer.
Cuando está ausente la amistad, la ternura, el romanticismo o la expresión física del amor, es síntoma de que las cosas no andan bien en la pareja. Si no se hacen los ajustes adecuados, puede desencadenar conductas que llevarán a la ruptura.
¿Recuerdo momentos donde el amor fluía?
¿Cuándo comenzó a deteriorarse?
¿Qué debo hacer para revertir la situación?
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